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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Un espejo, un pensamiento y una realidad.

Y ahora sólo me quedas tú.

A decir verdad, tengo la sensación, hoy más que nunca, de que sólo has estado tú. Y de que siempre estarás tú.

Es triste reconocerlo. Pero peor es vivirlo.

Veo en en mi mente, como si se tratara de un álbum de fotos, imágenes de mis seres más queridos. Momentos inolvidables, anécdotas inenarrables, miradas fugaces y gestos de complicidad.

Todo eso que ya no tengo.

Y no es que lo haya perdido, es que ellos se han ido. Porque han querido. Y como han querido.

Al final llega un momento en el que nadie es imprescindible en tu vida. Que todos acabarán por alejarse de ti. Que personas en las que confiabas, personas en las que creías, personas a las que querías se irán. Para no volver a tu lado. Y de la forma más vil posible; traicionándote.

Momentos como éste me da por pensar que tal vez el ser humano sí sea perfecto. Verdaderas máquinas capaces de olvidar sus sentimientos con el fin de beneficiarse a ellos mismos. O por hacer daño. O, simplemente, por diversión.

Que todo es pasajero y nada duradero, dicen. Sí, puede ser. Qué coño, estoy seguro. Porque no entiendo como una persona con la que has pasado los mejores momentos de tu vida, con la que lo has vivido todo, con la que te juraste amor eterno, es capaz de abandonarte sin más.

O amigos, ¿amigos?, que desaparecen. No sin antes demostrarte que perdiste el tiempo confesándoles tus más profundos secretos. Dejando claro que sólo te necesitaban por la conveniencia.

Una mierda. Todo es una mierda cuando te das cuenta de esta realidad constante.

La incertidumbre lleva acosándome varias noches. ¿Cuánto tiempo me queda para disfrutar de los que aún están conmigo? No sé...

Sólo estoy seguro de que únicamente te tengo a ti. A la imagen que veo en ese espejo. Sólo me tengo a mí. Sólo nos tenemos a nostros.

Neil.

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