Es siniestro.
Por alguna extraña razón, esta ciudad ha sido desprovista de toda perturbación. Y me estoy contagiando. Llego a las citas tarde, pero no más tarde que con el que me he citado. Hasta las nubes se desplazan lentamente. ¿Y el viento? Parece que se ha lesionado y ya no tiene ganas de volar.
Miles de cábalas bombardean mis pensamientos. Y sólo llego a una respuesta. Esta ciudad necesita vitaminas.
Las vitaminas (del latín vita (vida) + el griego αμμονιακός, ammoniakós "producto libio, amoníaco", con el sufijo latino ina "sustancia") son compuestos heterogéneos imprescindibles para la vida, que al ingerirlas de forma equilibrada y en dosis esenciales puede ser trascendental para promover el correcto funcionamiento fisiológico y en muchos casos son recomendados para los trastornos provocados por el cansancio, abatimiento y apatía.
Sin embargo, tratándose de un sujeto mucho mayor que un propio individuo, es decir, una ciudad, la vitamina recomendada tiene un nombre específico: VITAMINA T.
Necesitamos esa sustancia, ese aglomerado de átomos con funciones específicas en el organismo capaz de reactivar los órganos e incluso incrementar su función biológica. Necesitamos volver a sentirnos vivos. Volver a sentir viejas sensaciones, como el miedo, la expectación o la sorpresa. Necesitamos volver a escuchar ruidos extraños en calles vacías.
Necesitamos la presencia activa de un hombre que represente a 3000 litros de Red Bulls.
Necesito a Señor T.
Necesitáis a Señor T.
Por mi bien.
Y el vuestro.
Neil