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viernes, 14 de septiembre de 2012

Indestructibles.

He hablado en incontables ocasiones del trágico devenir que irrevocablemente nuestra forma de entender el mundo traería aparejada. Era una amenaza con expectativas de convertirse en un hecho. 

Desde el principio:

          Durante el curso pasado un conjunto de profecías comenzaron a germinar entre nosotros. Dudas, remordimientos e inquietudes que tomaban forma con el paso de los meses. Siempre por delante del resto, un paso más en cada jugada, intuíamos que algo ocurriría tarde o temprano. Súbitamente y con olor a hiel la base de nuestras relaciones sociales explotaría. Detonaría sin compasión cada gramo de nuestra alma, siendo la resignación el único consuelo para seguir adelante.
   
          Nuestra maldita capacidad para ser soberanamente sensibles a cualquier tipo de estímulo externo nos avisaba de que mantener los ojos abiertos no sería suficiente. Las cosas estaban cambiando demasiado rápido. Era como una suave brisa que nacía desde las profundidades del horizonte y se acercaba sigilosamente hacia la costa. Un pequeño viento que acariciaba nuestras hectáreas de paz proporcionándoles una reconfortante seguridad. Y, sin embargo, la realidad era que se trataba de una alarma. Un aire desconocido, que venía del mar y avisaba de la inminente tormenta apocalíptica que aniquilaría nuestra pequeña sociedad. El eco de las sirenas confirmaban nuestros peores presagios. Abducidos y descontrolados, nuestros seres más cercanos comerciaban con su materia gris a cambio de una pequeña dosis de placer. Inhibidos de toda capacidad de decisión y subordinados a las ilusiones de la razón, se dejaban llevar por esa hipnótica melodía marina.

          La Destrucción se acercaba imperial y majestuosa sobre su carroza de maquillaje y pinturas de laboratorio hacia nosotros. Mostrando su mejor sonrisa y vistiendo sus más llamativas prendas, nos desafiaba en nombre de los demás. Los cimientos de nuestra sociedad yacían sobre un lecho de llamas y la tormenta no había hecho más que empezar.

         Sufrí, acorralado y de forma desleal el precio del veneno más dulce y mortífero jamás inventado por el hombre. Envuelto en una oscuridad sepulcral fui desterrado de los cielos y condenado a muerte en el infierno. El juego estaba en marcha, el efecto dominó arrasaría con todo y yo fui la primera pieza en caer.

        Los días calurosos continuaban. Destrucción seguía hipnotizando a todo ser inflamable mientras que mis hermanos y yo asistíamos impotentes a la escena final. Me refugié en la oscuridad de la noche y me alejé lo máximo posible de ese sentimiento desesperanzado. Pero, incluso la aparentemente inquebrantable tranquilidad de la noche puede ser destruida.

         Y entonces, todo explotó bajo la siniestra sonrisa de La Destrucción. Fuimos traicionados, juzgados y repudiados al más profundo ostracismo momentáneo. Los títeres nos convirtieron en el objetivo enemigos. Calumniados y mentidos, la impecable manipulación de aquél ser monstruoso consiguió evaporar todo aquello en lo que una vez creímos. Acusados de todos los problemas, amenazados y extinguidos a la más profunda soledad, WeekendWars se vio envuelto en la vorágine psíquica más surrealista jamás vivida. 

        La historia se remonta hasta ahora, donde en el día de hoy seguimos combatiendo con los fuegos que quedan de la explosión. Somos conscientes de que intentan acabar con nosotros. A pesar de no conocer el motivo, nos hacemos a la idea de que, tal vez, no nos quede más remedio que volver a la acción.

        Digo volver, porque hasta ahora no habíamos visto la necesidad de actuar una vez más. Suficientemente capaces de soportar cualquier toxicidad social con un poco de verborrea llegamos a un punto en el que el enemigo nos quiere aniquilar como símbolo. Luchamos solos. Como siempre. Pero se acerca el invierno, y con él, las sombras, las tinieblas y el miedo. Miedo. Durante una época fue vuestro sentimiento más habitual. No os acordáis de él, pero tengo la sensación de que estáis a punto de recordarlo.

          Caballeros, hubo un tiempo en el que nos unía un juramento. Ha llegado la hora de volver a darle cumplimiento. 


                                                 WeekendWars.


Septiembre 2012-2013.

Neil.