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lunes, 23 de mayo de 2011

Eterna pesadilla.

Es increíble lo de este país. La gente que reside en él realmente se está esforzando en que me avergüence profundamente de todas mis raíces. Es como, si de repente, se hubieran empeñado en dejarse llevar.

Caracterizados, como lleva ocurriendo desde hace algún tiempo, por la falta de información, por la nula capacidad de convicción y por un exceso de soberbia, dirigen nuestras vidas al final más trágico de los que se pueda merecer una nación.

Prisioneros de alma que buscan asilo en la esperanza de palabras vacías. Ya no existen los ideales, ni siquiera las promesas; ahora sólo hay rivalidad y deseos de poder. Da igual quién gobierne, da igual quiénes les voten. El fin es el mismo: lucrarse.

Silencio. Así es como estamos. Si hace ocho años nos dejábamos la garganta en la calle gritando por la paz. Si hace ocho años, el mayor atentado de todos los tiempos nos erizó el bello lo suficiente como para armarnos de valor y pedir un cambio, ahora volvemos a quiénes nos engañaron buscando la salvación.

Y da igual todo lo demás. Somos incapaces de adrentarnos en el verdadero por qué de las cosas. Buscamos un culpable, el jefecillo de turno, y nos olvidamos de las causas. Y sobre todo, nos olvidamos de que somos los escritores de nuestro futuro, aunque sea mediante un sobre en una urna. Nadie se ha parado a pensar en las consecuencias.

Comienza una nueva era en esta tierra. Ya no somos quiénes fuimos. Nadie sería capaz de imaginar que hace cuarenta años estábamos en una dictadura. Y que fuimos el país que más "evolucionó" cuando salimos de ella. Ni siquiera llegamos a entender el valor que tuvieron las palabras "No pasarán". Y tal vez, muchos no sepan que en nuestro imperio nunca se puso nuestro hermano Sol.

Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. De un pueblo guerrero hemos creado un niño pijo. La sangre de aquellos que lucharon por un futuro mejor forma parte de un cuadro de quinientos euros, que aunque no conozcamos al autor, quedaba bonito en la habitación de la niña.

Y poco a poco, los héroes han caído en el olvido. Sin memoria histórica avanzamos siniestramente hasta el final. Esto acabará explotando. Nos aniquilaremos los unos a los otros, instigados por el ejemplo de nuestros grandes políticos, dioses de la palabra divina, expertos en la magia económica e ilusionistas de nuestras vidas.

¿Despertaremos? Sí, pero en un lugar arruinado, muerto y desterrado por la esperanza.

Y hasta entonces, algunos se refugiarán en Dios y otros en búnkeres de oro con una gaviota sobre fondo azul como bandera.

¿Y el resto?

Seremos silenciados.


Neil.

viernes, 20 de mayo de 2011

Últimos instantes.

El sonido del móvil me despierta a las tantas de la noche. Busco el teléfono. Escondido entre las sombras de mi habitación, bajo una montaña de fotografías, vibra. Pero es tarde. No me da tiempo a cogerlo. Miro quién era. Un nombre. Y con él, miles de sensaciones.

Observo fijamente la pantalla. Una mueca. Me muerdo el labio inferior y miro por la ventana. La ciudad duerme. Pero mis pensamientos no. Un movimiento fugaz a la pantalla del móvil y el deseo de que vuelva a llamar.

Sin sueño, salgo a la terraza a fumarme un cigarrillo. Miro al cielo estrellado. Una noche perfecta me cubre con su manto de gala.

La ciudad duerme. Todo está tranquilo. El silencio es siniestro. Y desde lo más profundo de mi alma reúno la fuerza suficiente para no seguir mirando. Abatido me dejo caer sobre la cama de nuevo.

Y un único pensamiento en forma de flecha acelera mi ritmo cardiaco.

Me altero lo suficiente como para empezar a sudar. Y a gritar, necesitaba gritar. Me pongo lo primero que encuentro refunfuñando. Me acerco al armario. El el útlimo cajón, al fondo, mi mano coge algo. Un tacto tan familiar y a la vez tan olvidado que me estremezco.

Durante dos segundos eterno la mantego en el aire, observándola con respeto. "Por ellos".

La majestuosa máscara vuelve a tapar mi rostro. Miles de sensaciones erizan el bello de mi piel. El puño cerrado, clavando las uñas en la palma de mi mano. Es rabia, es impotencia pero también añoranza.

Cierro la puerta de casa de un portazo al tiempo que abro la del portal.

Y ante mí: un mundo.

La misma sensación de grandeza. Las mismas ganas de destrucción.

Una última mirada al cielo. Ellos, estén donde estén de este jodido mundo, siguen conmigo.

Pero, a la vez, solo.

WeekendWars se enfrenta a la crisis más brutal jamás concebida por el grupo. Sin querer, el tiempo nos ha arrastrado a las puertas de nuestro destino. Evitarlo es imposible. Gobierna un temor generalizado. Negar la realidad no va con nosotros. Sabemos que existen dificultades, y que, a día de hoy, todo parece indicar que el fin esté cerca.

Cada rincón es especial. Porque sabemos que, tal vez, sea la última vez que disfrutemos de él. Y puede que, esta historia esté llegando al fin de sus días. Y que, tras dos grandísimos años, el ciclo de la vida nos separe. Estaremos juntos sí, pero sólo en alma.

Y sin embargo, un atisbo de luz ilumina nuestro futuro. Estamos ante la gran batalla. Y si algo nos caracteriza, es que juntos, y cómo habréis comprobado durante tantos posts, somos invencibles. INVENCIBLES.

Lucharemos de la única forma que sabemos: destruyendo y aniquilando cualquier resquicio de complicación. Y tal vez, algún día, lea este post y sonría acompañado de Señor T, Erre y Jota. Lo conseguimos.

Neil

Bifurcación

Hola, soy el Señor T. Al fin he decidido visitar de nuevo el blog y parece que hace muchísimo tiempo que no venimos por aquí, pues solo viendo la última entrada me doy cuenta del camino que hemos recorrido desde entonces.

Un sinfín de acontecimientos increíbles e inverosímiles que hemos vivido, tanto juntos como por separado, los miembros de WeekendWars. Malentendidos y no tan mal entendidos asuntos con la policía, violencia de género con su persecución y actuación de escoltas correspondiente, incendios "accidentales"... Pero no es hora de contar todo eso.

Hoy el mundo se ha detenido durante unos minutos, mientras leía una noticia en un periódico, la cual me ha conmocionado y alegrado a partes iguales. En ella, una visión de futuro, un futuro prometedor... pero sin mis compañeros.

Tras la durísima cuesta por la que estamos pasando tres de los miembros del Tridente, nos espera una decisión que nos marcará, al menos, durante el próximo año. Y esa decisión se me ha presentado a mi hoy en forma de tinta impresa sobre un grisáceo papel reciclado. Los actos irresponsables e inmaduros que he seguido estos dos últimos años, ahora me van a pasar factura, abriendo una bifurcación en el camino de WeekendWars como quien abre en canal a un cerdo para sacarle las entrañas.

Todo apunta a que, sin mis compañeros, tendré que tomar la alternativa y desviarme de nuestro Camino durante una larga temporada para poder completar mis objetivos personales, académicos y sobretodo, de futuro. Exactamente, y haciendo referencia a otro post anterior, viajaré a 700km de la capital donde, este año venidero, íbamos a instalarnos.

Y el viaje no se antoja fácil. Nuevo territorio, nuevas costumbres, y un camino pedregoso difícil de recorrer...en soledad. Siendo positivo, soy capaz de ver la experiencia que significará para mi, como la total independencia, un desarrollo personal que crecerá exponencialmente y otras cosas que seguro iré descubriendo...pero en lo más profundo de mi ser me aterra tener que hacerlo solo.

Sin la brillante palabrería de Neil, la característica sonrisa de Jota que siempre te contagia, e incluso sin el absoluto pasotismo pero profundísima amistad de Erre, cada día será peor que el anterior. Tener que despedirme de mis allegados, de mis hermanos, de una parte de mi, se me antoja una tarea imposible. Pero sacrificar un posible futuro brillante, para poder estar con ellos sería otra conducta irresponsable e inmadura, comparable a la que me ha llevado a esta situación.

Así pues, no me queda otra que afrontarlo, con toda mi prepotencia y la de mis compañeros por delante, y pasar cuanto antes el duro tramo que se avecina.