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sábado, 22 de octubre de 2011

Viernes noche

Dos palabras. Tan sólo han hecho falta esas dos palabras para recordarme quién soy, o más bien quién era, y en quién me he convertido. Y es que hoy cobran más significado que nunca.

Mientras unos cigarrillos se consumían entre nuestros dedos, y la suave cerveza se deslizaba coquetamente por nuestras gargantas, Neil y yo hemos recordado unos viejos tiempos ( no tan viejos) en los que aquella misma noche era algo casi rutinario...y cómo todo, en apenas un mes, ha cambiado.
Al mismo tiempo que el gas de mi pálida bebida me hacia cosquillas mientras la ingería, otro tipo de cosquilleo recorría mi cuerpo al volver a proyectar en mi mente todo lo ocurrido desde la última vez que osé presentarme ante vosotros. El inicio de la Universidad, aquel objetivo antaño lejano, ahora es una maldita realidad que, aun siendo evidente que representa un cambio positivo en mi vida, ha trastocado y generado una frustración que desgraciadamente, conozco muy bien. WeekendWars como tal está dejando de existir. El súbito e inevitable distanciamiento entre los miembros del Tridente me genera una melancolía difícil de conllevar. Aun así, he tratado de paliarla como he podido; o bien manteniendo el contacto todo lo posible, o bien tratando de "simular" salidas casuales con mis actuales compañeros de forma que se asemejen un poco a lo que antes vivía cada semana. No he de excederme con los detalles de que la personalidad de WkW resulta extraña para gente externa al grupo y como todo lo extraño, crea desconfianza...y miedo. Así pues, estos se aterraron al ver un árbol en llamas, formando una gran T de Fuego.
Por otro lado, la marcha de Erre a un lugar lejano, muy, muy lejano, resultó muy deprimente en su momento, y aún nos está costando de asimilar. No es fácil perder a alguien así durante tantísimo tiempo. Además, la puta expectativa de que las cosas no van a cambiar en mucho tiempo no mejora la situación.
Pero a todo hay que verle el puñetero punto de vista positivo, o al menos eso es lo que me dice siempre mi compañera. Hoy, Neil y yo hemos hecho algo más que tomar unas cervezas juntos y hablar amistosamente. Hoy hemos recordado lo que se siente al volver a vivir un Viernes noche. Recorrer las calles de siempre, en la oscuridad de siempre, el frío de siempre... y la agradable sensación de que somos sublimes. Comentar que, pese a nuestros cambios vitalicios, los ineptos siguen rodeándonos en cualquier ámbito de nuestra vida cotidiana y que también, pese a nuestros cambios de vida, hemos acabado otro magnifico viernes noche como siempre hemos hecho, juntos, y pensando en como volver a ver un sano y prominente árbol de nuestro vecindario siendo pasto de las llamas, formando una gran T de fuego.
Los vientos de cambio aúllan cual lobos territoriales a su luna. Una nueva era se avecina. Y WeekendWars le daremos la bienvenida...


A nuestro modo

miércoles, 19 de octubre de 2011

Debería decirte la verdad.


¿Sabes? Creo que debería ser sincero contigo y decirte la verdad: tengo muchísimos defectos.

Mira, para empezar, me pongo bastante nervioso cuando tengo que hablar en público, y la mayoría de veces se me escapa algún chiste de esos que te prometes no decir nunca en voz alta. Tampoco se me da muy bien escuchar. Me falta paciencia para estar concentrado en algo y resulto bastante caprichoso cuando no consigo lo que quiero.

Soy muy maniático. Y puede que un pelín supersticioso. Además suelo ser de esos que se ahogan en un vaso de agua haciendo una tormenta de una simple gota de lluvia.

Y siempre digo que dejaré de fumar mientras me enciendo un cigarro más. Y tengo la costumbre de levantarme pronto los domingos con la idea de cambiar todo lo que odio de mí para acabar a las doce de la noche diciéndome a mí mismo que he echado a perder otro domingo más. Sí, soy el típico tío que se sabe la clasificación de la liga, contra quién juega mi equipo esta semana, la siguiente... y que se lo pasa genial jugando siempre al mismo videojuego de fútbol.

No te puedo prometer que me acuerde del nombre de todas tus amigas. Y tampoco que me acuerde de qué es lo que hiciste ayer por la tarde. De paso te pido perdón ya por todas las fechas de las que me voy olvidar.

Me cuesta mucho expresar lo que siento. No soy de los que te dicen "te quiero" constantemente. Ni de los que se pasan media hora al teléfono diciendo "cuelga tú". Y para nada soy detallista... no te prometo flores en San Valentín, o un sms cada noche, o un "felicidades por tu aprobado" tras un examen.

Por si fuera poco, nunca pienso lo que digo. Esa será una de las razones por las que puede que te estropee tus mejores días con algún comentario absurdo. Y puede que si estás mal yo no lo note...

Tampoco soy un gran partido. Nunca escribiré un gran libro, seré el protagonista de una película de hollywood o descubriré una cura contra alguna enfermedad. Realmente, no soy bueno en nada; no tengo oído para tocar algún instrumento, me falta la coordinación suficiente como para practicar hasta el más simple de los deportes y siempre apruebo con un cinco raspado.

Vamos, que no soy nada especial. Ni un príncipe, ni un caballero de cuentos. Nada de nada.

Pero... ¿sabes una cosa más? Hay algo en lo que sé con total seguridad que seré el mejor: en quererte como nadie lo hará jamás. Suena descabellado, ya lo sé... pero si te atreves a soportarme, a mí, el chico más insoportable de los que te vayas a encontrar, te prometo que no te fallaré.

Neil.




martes, 18 de octubre de 2011

Conflicto interior.

Soy una sombra de lo que solía ser. La ceniza de ese cigarro que siempre prometes, en vano, que será el último. Soy la última palabra que dijiste antes de marcharte. Soy el crepúsculo de una tarde de invierno en un paisaje olvidado.

Soy una lágrima sin rumbo deslizándose por tu mejilla. Soy tu respiración acelerada al volverme a ver. Soy todos esos golpes que jamás te atreviste a dar. Soy el grito de desesperación de una vida vacía.

Soy tus sueños rotos. Tus esperanzas perdidas. Soy el hastío que te envuelve en una enajenación mental transitoria. Soy el descosido de ese pantalón que jamás volverás a vestir.

Soy el frío de tu corazón. Y el miedo de tu interior.

Soy la causa por la que no duermes ninguna noche. La pesadilla que te acecha si lo consigues.

Soy todo aquello que siempre has querido ser, y a la vez, todo aquello que nunca serás.

Enfréntate a mí. Búscame. Ven a por mí. Sabes donde estoy y acaba conmigo. Elíminame de una vez de tu vida y vuelve a caminar erguido. Acaba con esto, ¡ya! No eres más que un trozo de carne pudriéndose en una sociedad contaminada. ¡Ven! Jamás serás ni la mitad de lo que quisiste ser sino me miras a los ojos. Soy tú. Soy tú. Formo parte de ti. Soy ese casi, ese "a la próxima", soy el suelo en el que aterrizas constantemente. Soy tu freno de mano. Tu stopper. Acaba conmigo, ¡vamos!

Neil.

viernes, 14 de octubre de 2011

Serenata inmortal.

Dicen que nuestras huellas dactilares no se borran de las vidas que tocamos. Supongo que algo parecido pasa con nuestros recuerdos. Que siempre estarán ahí, queramos o no. Tal vez si consiguiéramos eliminarlos dejaríamos de ser quienes somos. Como si extirparán de forma súbita nuestra identidad más personal.

Es bueno recordar. A veces.

Todos tenemos una historia oscura. En mayor o menor medida, todos guardamos en un cajón oxidado un puñado de lágrimas que una vez estuvieron en lo más profundo de nuestro alma deseando no ver la luz del sol nunca.

Es increíble cuanto cuesta que cicatricen las heridas. Y que poco que vuelvan a sangrar.

Eres otra persona. Todo ha cambiado e incluso te ves preparado para afrontar la vida de una manera distinta. Crees que a pesar de todo, algo has aprendido. Aunque no sepas muy bien el qué y todo lo que se te ocurra acabe en "no confiar nunca más en nadie".

Y sin embargo, una palabra o un simple aroma es capaz de someterte al viaje más doloroso que te puedas imaginar. Retrocedes en el tiempo en milésimas de segundos para situarte en un lúgubre salón, poco iluminado y bajo la supervisión de una inconsciencia manipulada por aquellos recuerdos que te prometiste enterrar.

El dolor de la atmósfera te envuelve. Sudas ácido de batería y una inminente claustrofobia apuñala tus pulmones. Ya has estado en ese lugar. Pero ya no estás en el mismo cuerpo. Entrecierras los ojos y te ves a ti mismo sentado en una silla con los codos apollados en las rodillas y las yemas de tus dedos acariciando tus sienes.

"Estaba llorando".

En el fondo del pasillo alguien chilla desesperádamente. Ves como ese que eras tú se levanta con torpeza, como si estuviera mareado, para dirigirse al lugar de procedencia. Te asombras de como eras. Consigues una visión más nítida de tu antiguo yo y te asustas. Los ojos, hinchados como consecuencia de una larga época de sufrimiento, carecen del brillo que siempre les caracterizó. Una cara en sí demacrada, con diferentes cicatrices y alguna en carne viva aún, complementan a un cuerpo pálido cuyas piernas deambulan sin destino.

Aporrean a la puerta. Insultos, gritos.

Ella sale del baño y se abraza contigo en medio del pasillo.

El corazón se te hiela al volverla a ver. Te acercas para verles mejor. Dos adolescentes sumidos en lo más profundo de un abismo sin retorno. Ella, entre sollozos le susurra a tu antiguo yo que ya están aquí, que van a por él. Y mientras, él le abraza con fuerza prometiéndole que algún día dejarán de sufrir.

Y entonces, una lluvia de recuerdos bombardea en ese momento tu mente. Sigues retrocediendo para verte a ti en tu primera pelea por ella, la primera vez que viste quién era realmente, la primera sensación de pánico, el primer momento después de un arrebato de ira...

Todos tenemos miedo. Existen miedos comunes como el que se tiene a la oscuridad, a las alturas... Esos se pueden superar, pero existen otros, como el miedo a volver a sufrir, a volver a ser traicionado, que siempre estarán ahí. Y que simplemente deberías intentar convivir con ellos.

Porque vuelven a aparecer. Incluso puedes llegar a tener una sensación de deja vú ante determinados momentos. Como si ya hubieras pasado por esto. Supongo que es así como me siento ahora. Tengo miedo de volver a vivir algo que ya he vivido y que por mucho que intente convencerme de que lo he superado, realmente no es así.

Hay días, en los que sin saber muy bien por qué, noto como si me escociera la piel en zonas en las que no hay más que eso; piel. Pero en las que, un día, hubo sangre.

Neil