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Neil (108) Señor T (60) WeekendWars (37)

martes, 18 de octubre de 2011

Conflicto interior.

Soy una sombra de lo que solía ser. La ceniza de ese cigarro que siempre prometes, en vano, que será el último. Soy la última palabra que dijiste antes de marcharte. Soy el crepúsculo de una tarde de invierno en un paisaje olvidado.

Soy una lágrima sin rumbo deslizándose por tu mejilla. Soy tu respiración acelerada al volverme a ver. Soy todos esos golpes que jamás te atreviste a dar. Soy el grito de desesperación de una vida vacía.

Soy tus sueños rotos. Tus esperanzas perdidas. Soy el hastío que te envuelve en una enajenación mental transitoria. Soy el descosido de ese pantalón que jamás volverás a vestir.

Soy el frío de tu corazón. Y el miedo de tu interior.

Soy la causa por la que no duermes ninguna noche. La pesadilla que te acecha si lo consigues.

Soy todo aquello que siempre has querido ser, y a la vez, todo aquello que nunca serás.

Enfréntate a mí. Búscame. Ven a por mí. Sabes donde estoy y acaba conmigo. Elíminame de una vez de tu vida y vuelve a caminar erguido. Acaba con esto, ¡ya! No eres más que un trozo de carne pudriéndose en una sociedad contaminada. ¡Ven! Jamás serás ni la mitad de lo que quisiste ser sino me miras a los ojos. Soy tú. Soy tú. Formo parte de ti. Soy ese casi, ese "a la próxima", soy el suelo en el que aterrizas constantemente. Soy tu freno de mano. Tu stopper. Acaba conmigo, ¡vamos!

Neil.

viernes, 14 de octubre de 2011

Serenata inmortal.

Dicen que nuestras huellas dactilares no se borran de las vidas que tocamos. Supongo que algo parecido pasa con nuestros recuerdos. Que siempre estarán ahí, queramos o no. Tal vez si consiguiéramos eliminarlos dejaríamos de ser quienes somos. Como si extirparán de forma súbita nuestra identidad más personal.

Es bueno recordar. A veces.

Todos tenemos una historia oscura. En mayor o menor medida, todos guardamos en un cajón oxidado un puñado de lágrimas que una vez estuvieron en lo más profundo de nuestro alma deseando no ver la luz del sol nunca.

Es increíble cuanto cuesta que cicatricen las heridas. Y que poco que vuelvan a sangrar.

Eres otra persona. Todo ha cambiado e incluso te ves preparado para afrontar la vida de una manera distinta. Crees que a pesar de todo, algo has aprendido. Aunque no sepas muy bien el qué y todo lo que se te ocurra acabe en "no confiar nunca más en nadie".

Y sin embargo, una palabra o un simple aroma es capaz de someterte al viaje más doloroso que te puedas imaginar. Retrocedes en el tiempo en milésimas de segundos para situarte en un lúgubre salón, poco iluminado y bajo la supervisión de una inconsciencia manipulada por aquellos recuerdos que te prometiste enterrar.

El dolor de la atmósfera te envuelve. Sudas ácido de batería y una inminente claustrofobia apuñala tus pulmones. Ya has estado en ese lugar. Pero ya no estás en el mismo cuerpo. Entrecierras los ojos y te ves a ti mismo sentado en una silla con los codos apollados en las rodillas y las yemas de tus dedos acariciando tus sienes.

"Estaba llorando".

En el fondo del pasillo alguien chilla desesperádamente. Ves como ese que eras tú se levanta con torpeza, como si estuviera mareado, para dirigirse al lugar de procedencia. Te asombras de como eras. Consigues una visión más nítida de tu antiguo yo y te asustas. Los ojos, hinchados como consecuencia de una larga época de sufrimiento, carecen del brillo que siempre les caracterizó. Una cara en sí demacrada, con diferentes cicatrices y alguna en carne viva aún, complementan a un cuerpo pálido cuyas piernas deambulan sin destino.

Aporrean a la puerta. Insultos, gritos.

Ella sale del baño y se abraza contigo en medio del pasillo.

El corazón se te hiela al volverla a ver. Te acercas para verles mejor. Dos adolescentes sumidos en lo más profundo de un abismo sin retorno. Ella, entre sollozos le susurra a tu antiguo yo que ya están aquí, que van a por él. Y mientras, él le abraza con fuerza prometiéndole que algún día dejarán de sufrir.

Y entonces, una lluvia de recuerdos bombardea en ese momento tu mente. Sigues retrocediendo para verte a ti en tu primera pelea por ella, la primera vez que viste quién era realmente, la primera sensación de pánico, el primer momento después de un arrebato de ira...

Todos tenemos miedo. Existen miedos comunes como el que se tiene a la oscuridad, a las alturas... Esos se pueden superar, pero existen otros, como el miedo a volver a sufrir, a volver a ser traicionado, que siempre estarán ahí. Y que simplemente deberías intentar convivir con ellos.

Porque vuelven a aparecer. Incluso puedes llegar a tener una sensación de deja vú ante determinados momentos. Como si ya hubieras pasado por esto. Supongo que es así como me siento ahora. Tengo miedo de volver a vivir algo que ya he vivido y que por mucho que intente convencerme de que lo he superado, realmente no es así.

Hay días, en los que sin saber muy bien por qué, noto como si me escociera la piel en zonas en las que no hay más que eso; piel. Pero en las que, un día, hubo sangre.

Neil

jueves, 22 de septiembre de 2011

Incertidumbre.

Y ahora me busco sin encontrarme. Me escucho sin entenderme. Respiro y me quedo sin aire. Camino y levito en este viento que no vuela, que no sueña.

El miedo se ríe.

Sólo es una etapa más que una parte de mí no quiere dejar escapar. Y sólo digo que no sé qué hacer. Y aunque a veces parezco el actor secundario de mi vida, sigo sintiendo. Sin querer sentir.

Estoy ante uno de los puzzles más raros que jamás he tenido que resolver. Nada encaja. Cada pieza es un nuevo puzzle con miles de piezas más. Ninguna quiere enterarse de que el juego hace tiempo que empezó. Unir una pieza sólo consigue sacar otra.

Empieza todo a confundirme. Me sorprendo con cristales en los ojos una noche, y me hace pensar lo importante que es para mí. Más de lo que estaba dispuesto a asumir. Más de lo que siempre he querido aceptar.

Y todos los principios serán eternamente bonitos. Una película de verdad, de las que te hacen imaginar que tal vez la felicidad no se vaya tan allá de nuestros ojos.

Un arma. La más importante. Tu ser. Lo concedes en un tarro vacío con la esperanza de llenarlo de un plural: nosotros. Y poco a poco, cada vez más, comienzas a tener la convicción de que alguna cosa habrá que dejar fuera. Cada rincón empieza a ser especial. Más especial que todo lo que hasta ahora eras capaz de imaginar.

Nace en ti un nuevo sentido, capaz de entender a esa pareja que se mira y sonríe, sin más. Cómo si de la ley de acción y reacción se tratara.

Y entonces. Algo ocurre. Un error.

Todo se rompe violentamente contra el suelo. Tus lágrimas y los cristales dibujan la palabra traición en el suelo.

Todo se termina y la sensación más terrible de todas las que el ser humano pueda imaginar te invade: el dolor.

Tu mirada se oxida. Y el miedo te encuentra. Te has equivocado...

Pero el destino es juguetón. Os volvéis a encontrar.

¿Qué puedes hacer? Toda tu razón saben que no debes caer. Todos tus allegados lo evitarán.

Y en el fondo más profundo de tu corazón, quieres caer. Porque lo que hay ahí nadie podrá cambiarlo.

¿Y ahora? Estoy rompiendo todas las reglas, iré al infierno de todos modos, así que he pensado hacerlo hasta el fondo.

Neil

jueves, 1 de septiembre de 2011

Nueva temporada.

Cabizbajo garabateo mi nombre en la tierra. Suspiro, miro al cielo, y vuelvo a bajar la cabeza. Cómo han cambiado las cosas en dos meses, pienso. ¿Y hasta qué punto pueden seguir cambiando? Sin pena ni gloria el verano se ha terminado prácticamente. Será fácil olvidarlo. Nada especial que comentar. Hasta el punto de que por un momento he llegado a pensar que mi vida, nuestras vidas, no eran más que el reflejo de una sociedad marchita y contaminada que se pudre a una velocidad de vértigo.

Pero hoy me he despertado con una sensación olvidada. He perdido la noción del tiempo, de los días. Y sin embargo, mi inconsciente es la única razón por la que sigo despierto. No deja de trabajar nunca. Y yo me alegro, porque sin él no habría mirado el calendario.

Nuevo mes. Septiembre.

Una melodía siniestra aleja mis pensamientos. Atraído de forma hipnótica me acerco al sonido. No parece estar muy lejos.

Una guitarra suena en Banco. Acelero el paso.

Y ahí está. Todo se detiene, incluso mi respiración. Nos miramos y vislumbro sus colmillos de forma fugaz en lo que a mi me recuerda a una sonrisa muy familiar. Con pose desenfadado acurruca su vieja guitarra en su chupa de cuero.

- Llegas tarde - comenta jovialmente mientras se levanta para abrazarme.
- Y aún así soy el primero - respondo en el mismo tono.
- Espera - termina de forma misteriosa Señor T.

Quería preguntarle, hablar. Tenía tantas cosas que decirle, quería saber otras tantas más.

Pero no me dio tiempo a articular las cuerdas vocales. Una explosión a unos pocos metros de nosotros seguido de un par de fuegos artificiales despejó todas mis dudas.

Sobre un coche ardiendo se encontraba 1021 con los brazos en cruz, encapuchado y mirando al cielo amenazante. Tras él, fuego.

Sin tiempo para buscar una explicación razonable Erre y Jota emergieron de las cenizas que la destrucción letal estaba dejando a su paso. Cargaban con grandes bolsas negras que debido a la cantidad de cosas que llevaban dentro no se había cerrado del todo.

Sobresalía un par de bates, máscaras, indumentarias negras.

Había pasado todo el verano a la sombra, viviendo de noche y durmiendo de día. Me había separado de ellos lo suficiente como para no entender nada de lo que estaba ocurriendo. Comprendí que era demasiado evidente mi desconcierto. Algo que hacía disfrutar a Señor T, siempre fan de las primeras impresiones.

El sonido de las ambulancias y los coches de policía comenzaban a hacerse notar unas calles atrás.
Lo lógico habría sido que 1021 bajara del coche y que nosotros comenzaramos a correr.

Pero definitivamente las cosas habían cambiado del todo.

En vez de eso, 1021 se giró hacia donde procedía el sonido mientras que fugazmente sacaba algo de su chaqueta. Le prendía fuego y lo lanzaba al cielo.

Más fuegos artificiales que simbólicamente sólo podían significar una cosa: estamos aquí, venid.

Erre y Jota, ya con nosotros, comenzaron a sacar lo que portaban en las bolsas. Un par de chaquetas negras, nuestras queridas máscaras, bates, petardos...

- Vamos, vamos - gritaba 1021 que ahora sí venía hacia nosotros. No era un grito desesperado, sino de entusiasmo.

- Por fin algo divertido - reía Erre.

Y así es como comienzan las grandes historias. Tal vez no las de la gente normal, pero sí las nuestras. Hemos vueltos, estamos aquí. Y tú lo tienes que saber.


We party rock.

WeekendWars 2011 - 2012